jueves, 26 de marzo de 2009

LA SITUACIÓN DE LOS BECARIOS EN EL SISTEMA CIENTÍFICO

Por Josefina Oliva

“Definimos nuestro trabajo como un traba­jo precarizado. En el sentido de que no tenemos estabilidad en las condiciones de contratación y no gozamos de los beneficios de los que goza un trabajador porque no somos considerados trabajadores”, sintetiza Mariana Relli, que tiene una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y que forma parte de Jóvenes Científicos Precarizados (JCP), un grupo que se formó en 2005 con expresiones en diferentes lugares del país y que plantea un desacuerdo con la figura de “becario”.
Relli se refiere a la relación desequi­librada entre las exigencias que se le atribuyen al denominado “becario”, por un lado, y los “estipendios” y la ausencia de beneficios sociales, por el otro. A eso se suma la forma “de embudo” que adop­ta el sistema. “El cuello de botella que hoy por hoy existe, en dos o tres años va a ser peor todavía porque no está agrandándose en la misma cantidad el ingreso a la carrera de in­vestigador con relación al número de becas”.
Las condiciones del “becario” varían según el organismo al que corresponda, ya sea el CONICET, la Comisión de Inves­tigaciones Científicas (CIC) de la Provin­cia de Buenos Aires, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, la Universidad (tratándose a un nivel local, diferentes universidades del país tienen sus propios sistemas de becas) u otros organismos estatales o privados. Pero, en general, no percibe un sueldo sino un “es­tipendio”. Así lo afirma Constanza Rivero, coordinadora de becas del CONICET: “La beca es un estipendio, que se paga para realizar un plan de trabajo y se le da al becario para que realice su doctorado o un trabajo posdoctoral. No es un trabajo en relación de dependencia y por lo tanto no tiene aportes jubilatorios, ni li­cencias ni antigüedad”.
De allí se desprenden las otras ca­racterísticas que hacen al “ser becario”, y que se generalizan, debido a que el CO­NICET es hoy el organismo que marca las tendencias.
Nada por aquí, algo por allá
En 2006 la UNLP dispuso una alterna­tiva a través de la cual los becarios hoy gozan de todos los “beneficios” que prevé el derecho laboral. “Cuando uno va a bus­car el recibo de sueldo, tiene que ir a buscar medio a la facultad y medio a la Presidencia. El que sale por Presidencia simula un cargo que uno no tiene, una dedicación simple. A través de ella se hacen los aportes, te dan IOMA, todo lo que la beca no te da. Entonces es un sueldo en gris, una parte está blanqueada y la otra lle­ga a tu cuenta no sabés bien cómo”, explica Tomás Bover, quien tiene desde este año una beca de la UNLP. El problema, según manifiesta, es que los beneficios sociales se hacen con relación a ese cargo de Ayu­dante Diplomado con Dedicación Simple, por lo cual son aportes pequeños, ya que se trata de un porcentaje proporcional. Además, el “estipendio” que reciben los “becarios” de la UNLP representa el más bajo si se compara con el de CONICET o el de la CIC. Recientemente la UNLP anunció una suba en sus tres tipos de be­cas, Iniciación, Perfeccionamiento y For­mación Superior, de 1450 a 1650; de 1600 a 1850; de 1750 a 2050 respectivamente.
En el caso de la CIC la beca inicial es, desde hace muy pocos meses, de 2000 pesos, y la instancia siguiente tiene un estipendio de 2200. Por otra parte, en agosto pasado se firmó un convenio a través del cual todos los “becarios”que no tengan obra social (“muchos cuentan con ella porque tienen algún cargo docente”, explica José María Ochoa, director de
Planificación y Coordinación Científica y Tecnológica de la CIC), tendrán IOMA. Al cierre de esta edición esa medida aún no se había cumplimentado. Según afirman, los tiempos del organismo pro­vincial “son bastante lentos”.
En Agencia la obra social ni siquiera está contemplada. El CONICET, en cam­bio, asignó en 2003 un Adicional por Co­bertura Médico Asistencial de 80 pesos por persona, que asciende hasta 260 en caso de tener familia. Además, desde el año pasado, se contemplan 100 días en casos de maternidad, “que no es una licen­cia, es una autorización para no concurrir al lu­gar de trabajo”, advierte Rivero. Lo mismo ocurre con los días que se otorgan en los casos de accidentes. Y se ha logrado que se consideren 30 días de descanso anual: “no son vacaciones”, también se preocupa por aclarar la funcionaria del CONICET.
Aunque “la lucha de los becarios ha pro­ducido algunos cambios”, según palabras de Relli, parece que aún queda bastante tela por cortar.
Ley del embudo
En el CONICET, igual que en la UNLP, el período de becas tiene una duración de seis años, dividido en tres etapas de dos. A veces puede extender­se con pedidos de prórroga entre una y otra instancia. Pero ¿qué pasa cuando el “becario” finaliza ese lapso? ¿Existe una garantía por parte del Estado para rete­ner a los recursos humanos formados?
“En este momento estamos en proceso de hacer el llamado, que no es abierto a todo el sistema sino para centros propios asociados” contestó a Materia Pendiente Ochoa, de la CIC, donde se puede ser “beca­rio” hasta un máximo de cuatro años, pues sólo existen dos niveles de becas–bianuales– para graduados.

Legislar contra la precariedad
Jóvenes Científicos Precarizados (JCP) surgió en julio de 2005 en una asamblea a la que asistieron más de 120 becarios pertenecientes a diversas instituciones. Nuclea a los jóvenes que cuentan con becas de organismos de investigación científica de todo el país y luchan “por la mejora de las condiciones precarias en que desarrollamos nuestras actividades”. Uno de sus lemas centrales es: “Investigar es Trabajar”.
Después de varias discusiones en asambleas surgió un proyecto de ley que hoy espera ser tratado en el Congreso. En el mismo se plantean los objetivos fundamentales de JCP: la reglamentación de un régimen que les otorgue plenos derechos laborales (vacaciones, obra social, aportes jubilatorios y aguinaldo, entre otros) y “que no se nos considere más ´becarios´, queremos que nos llamen investigadores en formación y que nos apliquen un régimen laboral similar al de los residentes médicos”, expresa Gonzalo Marquez.
Ese cambio de denominación se basa en que el llamado investigador en formación “desarrolla sus tareas de investigación -lo cual constituye una actividad laboral- mientras completa su formación académica”. El proyecto plantea también que se trata de una reglamentación que legisla sobre todas las instituciones que becan, sean públicas o privadas.
Según expresó Martín Isturiz “el CONICET se basa en que la de ´becario´ es una figura utilizada a nivel internacional” para justificar esa noción que no contempla beneficios sociales. Por eso para él es un buen modelo el de “las residencias médicas, que son trabajos temporarios y sí cuentan con todos esos beneficios”. El problema de los “becarios”, argumenta, hay que resolverlo de esa forma y cambiar el término de “´becarios´ por ´investigadores en formación´. La medida que dispuso el CONICET para la obra social está bien, pero ese tipo de cosas hay que institucionalizarlas. Tienen que tener un régimen legal, porque si no termina siendo parte de la buena voluntad de una gestión. Después viene otra persona y lo modifica de un día para el otro”.
En su momento el proyecto pasó por las autoridades del CONICET y tuvo diferentes observaciones. Allí no se muestran muy convencidos: “Entiendo que tiene cosas que el CONICET ve a favor y cosas que no. Muchas de ellas se están incorporando de a poco a las reglamentaciones. Pero después hay otro tipo de cosas con las cuales no se está demasiado de acuerdo. Da para una discusión bastante larga”, respondió Constanza Rivero, coordinadora de becas de CONICET, a la consulta de Materia pendiente.
Hacía varios años que dicho orga­nismo provincial no abría el ingreso a la “carrera de investigador”. Volvió a ha­cerlo en el 2007 y la convocatoria fue más abierta que la actual. “Por eso yo me presenté, porque para este año yo ya no me podría haber presentado” cuenta Diego Gutiérrez quien está esperando el aviso para comenzar a cumplir sus funciones en la CIC. Mientras tanto, cuenta con una beca de la Agencia por medio de la cual no percibe obra social, ni se le con­templa la antigüedad, ni nada, y debe asegurar sus beneficios sociales por medio de un cargo docente.
La UNLP, por su parte, en el año 2005 propuso al Consejo Superior un progra­ma de Retención de Recursos Humanos que consistía en dar una mayor dedica­ción por unidad académica a aquellos becarios que habían cumplido cuatro años de beca y que obtuvieron un título de posgrado. “Esto tuvo dificultades en la implementación por una cuestión de recursos económicos”, explica Adriana Dertiano, Prosecretaria de Gestión en Ciencia y Técnica de la UNLP, por lo que el mis­mo sólo duró un año. Según afirma la funcionaria, “en estos momentos está en el área de la CICYT (Comisión de Investigacio­nes Científicas y Tecnológicas) para ver si se retoma”. Pero por ahora nadie asegura la retención. En palabras de Relli: “Si en esos seis años los becarios no pudieron acceder a un cargo en la universidad con una mayor dedicación, quedan igual que cuando empezaron”.
Desde el CONICET, en cambio, sos­tienen que “las posibilidades” una vez fi­nalizado el período de beca son varias: “pueden solicitar una posdoctoral, o el ingreso a alguna institución de Ciencia y Tecnología del país; pueden continuar su carrera docente, in­corporarse a una empresa privada o al sector privado de investigación, o pedir el ingreso a la carrera. No hay obligación de ninguna de las partes, ni del becario de solicitar el ingreso a la carrera o continuar con la beca que sigue, ni del CONICET en otorgárselo”, reafirma Rivero.
Pero el panorama no parece muy alentador. Para el investigador Martín Is­turiz –integrante del Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnolo­gía– al aumentar el número de becas que expide el CONICET, muchos “becarios” quedarán en el camino, sin poder ingre­sar a la carrera científica. Eso, sumado a que existen muchas más instituciones ya sea estatales o privadas que otorgan becas, hace pensar: ¿qué va a pasar con ellos? ¿tendrán que irse al exterior?
Desde el organismo nacional asegu­ran que ese peligro es cada vez menor y ponen sobre la mesa el Plan Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científi­cos en el Exterior), ejecutado desde 2003 por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación, a partir del cual “se han re­patriado 360 investigadores”. Para Isturiz, el plan, “aunque bien intencionado, es insufi­ciente. A partir de 2003-2004, los ingresos de becarios al CONICET pasaron de 500 a 1500 por año, y los de investigadores de 150 a 500 por año”. Esta iniciativa “no fue acompaña­da por medidas a nivel nacional que permitan absorber recursos humanos una vez finaliza­das sus becas cuya duración máxima es de sie­te años”. En efecto, “con un ingreso anual de 1500 becarios y 500 investigadores, a partir de 2010 / 2011 van a empezar a quedar afuera del CONICET alrededor de 1000 becarios por año. ¿Qué pasará entonces?”.
“Ahora la mayoría de los que terminan sus doctorados están ingresando a carrera de inves­tigador en el CONICET y en otras instituciones”, responde Rivero. En ese sentido, desde el Departamento de Ingreso a Carrera del organismo nacional informaron que “de las 800 postulaciones para el último llamado a carrera entraron 400 personas”.
Estos números dan forma a un embu­do que desde el comienzo es restrictivo. “Qué tipo de carrera hicieron los becarios para poder llegar a ser becarios, esa es la primera restricción que se presenta”, resalta Bover.
La exigencia de varios requisitos desde un principio y sus puntajes correspon­dientes, más los reducidos cupos que se presentan en el camino para la carrera de investigador contribuyen “a un sistema alta­mente competitivo”. Así lo entiende Javier García, “becario” de la CIC, que también ve desde muy temprano la competencia en el sistema. “Que las publicaciones te den puntaje cuando ya te graduaste es una cosa, pero eso se cuenta desde que sos estudiante, y en ese momento no es tan fácil publicar”.
El cumplimiento del horario con una dedicación exclusiva, la presenta­ción de informes, las publicaciones, la asistencia a congresos, la docencia a través de un cargo simple, la elección del director adecuado, y el no cambiar el rumbo de la investigación sobre la marcha, son los requisitos para ser “un buen becario”. “Si no haces eso no sumás y tu seguridad laboral está en juego”, asegu­ran desde JCP. Lo más conveniente, agregan los investigadores en forma­ción, es atenerse a realizar las tareas pautadas, y no dedicarse por ejemplo a hacer actividades de extensión porque eso “quita tiempo”. Y menos participar en alguna reunión para hablar de “la si­tuación becaria”: según se dice en los pa­sillos, eso trae aparejado formar parte de “listas negras” que, a la hora de contar los puntos, resta.

Una pieza fundamental
“Los becarios son una parte muy impor­tante de todo el sistema. Su labor es muy im­portante, no solamente en su formación sino en el aporte que con ella hacen a los proyectos de investigación”, expresa el secretario de Ciencia y Técnica de la UNLP, Eitel Leo­poldo Peltzer y Blanca.
Al respecto, explica Gonzalo Mar­quez, “becario” de CONICET e integran­te de JCP: “somos los que terminamos sos­teniendo el sistema, porque si vos vas a los números que maneja el CONICET el 80% de su producción está dada por los becarios”.
De allí surge otro tema frecuente en estas discusiones: qué se produce, qué se investiga y para qué se investiga. Pre­guntas que, depende de qué disciplina se trate, se responderán de diferentes maneras. “A veces discutimos qué es lo que estamos haciendo, en qué estamos trabajando, cuál es el objetivo de nuestra investigación”, resalta Juliana Huergo, también “be­caria” de CONICET y miembro de JCP. “Para formar parte del sistema de CONICET tenés que seguir las reglas de evaluación, que están regidas por un sistema mundial. Por lo general, se hace investigación básica funcional que desarrollan los países subdesarrollados, para que los desarrollados después apliquen. No hay una política científica nacional”.
Hoy son muchos los investigadores en formación que muestran su descontento con la situación laboral más allá del grupo de JCP. “Hay que avanzar sobre estas discusio­nes fuera del marco de los becarios e involucrar más activamente a la comunidad académica. Es necesario que se den estos marcos de discusión, en definitiva son esos espacios en los que uno desarrolla su actividad y en los que se debería demostrar una actitud de acompañamiento en los reclamos”, argumenta Manuel Negrín, que cuenta con una beca de la CIC.
De todas formas, tanto Negrín como los demás “becarios”, advierten que entre los investigadores “hay de todo”. Están aquellos que se suman a los reclamos, sobre todo porque hace muy poco estu­vieron en ese lugar de precarización, y están los que se limitan a hacer su traba­jo y hasta confiesan a los investigadores en formación que tienen a cargo, que son su “mano de obra”.
En definitiva, la mayoría de los “beca­rios” asume que ellos terminan haciendo “el trabajo más pesado”, que si hay una nue­va línea de investigación son quienes co­mienzan a trabajarla, y que así y todo de­ben cumplir con los requisitos pautados.
Mientras tanto las diferentes denomi­naciones -investigadores en formación, trabajadores precarizados, “becarios”- si­guen sumando preguntas y no se termi­na de despejar esta zona gris .

Ni voto ¿ni voz?
Dado que no es un régimen con rel­ación de dependencia, los “becarios” no tienen derecho a agremiación. Y parece que tampoco tienen un lugar de opinión. Esto se ve sobre todo dentro del CONICET. Lo cierto es que en las diferentes institu­ciones el lugar al que pueden acceder los “becarios” es solamente para pedir in­formes.
Fuera de eso, según cuenta Juliana Huergo, de JCP, “el que ha invitado a charlar es el ministro Lino Barañao”. Con el titular del Ministerio de Ciencia, Tec­nología e Innovación Productiva tuvieron varias reuniones. La última fue hace más de tres meses, y “ahí quedó”. “Él invitó y han ido grupos de becarios pero de esas reuniones no sale nada en limpio. Como para que nos saquemos las ganas de ir y agotar esa instancia. Él dice que sí, que escucharía y bajaría los reclamos pero que lo tapan de más arriba”.
Trabajo en Gris
Hacen investigación pero no son considerados trabajadores. Reciben un pago por la labor realizada día a día, pero no se le puede llamar sueldo, y el empleador –que no es otro que el Estado– no cumple con los requisitos del “trabajo en blanco”. Con matices, el panorama es similar en el CONICET, la CIC y la UNLP. Aquí, la palabra de quienes están amontonados en la base de la pirámide del sistema científico y las explicaciones de los funcionarios que están arriba.
En la web: www.precarizados.com.ar

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